Hoy he visto un cartel en redes que la agrupación de
Ciutadans de Calafell ha compartido, exponiendo los logros que han conseguido
con el acuerdo de gobierno que firmaron el pasado año. Como en todo en
política, algunas cosas me han parecido bien, otras regular, y otras mal. Ya se
sabe, nunca llueve a gusto de todos. Pero hay un punto que me ha llamado mucho
la atención: neutralidad ideológica en espacio público.
Es un concepto que, así, sin más y sin profundizar, puede
parecer muy noble. Al fin y al cabo, el espacio público es de todas y todos,
así que, el hecho de que este sea neutral ideológicamente, parece lo lógico.
Sin embargo, ¿en qué consiste la neutralidad ideológica en los espacios
públicos? Puede significar muchas cosas, como por ejemplo, la retirada de todos
los símbolos que representen a cualquier ideología de los espacios públicos.
Pero claro, ese no es el caso, a lo que se refiere el acuerdo de gobierno, no
es a la neutralidad ideológica, sino a que se respete la legalidad vigente en
lo que se refiere a los espacios públicos, porque, si a lo que se refiriera fuera
a la neutralidad ideológica, deberíamos de eliminar todas las banderas del
municipio, revisar los nombres de todas las calles, y estar debatiendo
permanentemente que ponemos y que no ponemos en un espacio público, no vaya a
ser el caso que no vayamos a ser neutrales. Y eso, claro, no es viable.
Hay un hecho que la sociedad debería tener muy claro, y es
que, las administraciones públicas, en este caso el consistorio, son
gestionadas por políticas y políticos. Personas que hemos escogido para que
realicen una gestión de lo público en base a nuestra ideología. Ya desde hace
un tiempo, está de moda la desideologización de la política como un término
ligado al progreso, son frases que hemos oído, siempre explicadas en un tono
muy progresista: “no somos de izquierdas ni de derechas, somos progresistas”, “somos
liberales en lo económico y de izquierdas en lo social”, “no somos
nacionalistas”. Luego, detrás de estas frases, siempre, siempre aparece un
pero. Uno no es de izquierdas ni de derechas, pero cuando se le hacen preguntas
concretas, o cuando tiene que hacer propuestas concretas, sus respuestas o
propuestas siempre lo llevan a la izquierda o a la derecha, los liberales en lo
económico luego te explican que sólo se puede ser de izquierdas en lo social
cuando la economía lo permite, lo cual es una visión muy de derechas, y los no
nacionalistas, siempre se acaban aferrando a una sagrada legalidad vigente que
se construyó fundamentada en un ferviente nacionalismo opuesto a otro. Basta!
Los términos ideológicos tienen un nombre por algo, y, normalmente, cuando se
habla de neutralidad, o de centralismo, cuando este se materializa se acaba
posicionando en un extremo.
Otro día, en otra publicación, ya hablaré sobre esta moda de
desideologizar la política, y de cuál es su intencionalidad. Pero ahora, quería
hablar de este caso concreto, el del acuerdo de gobierno en Calafell, más
concretamente en el apartado que se refiere a la neutralidad ideológica. El
ayuntamiento no garantiza una neutralidad ideológica, lo que garantiza es el
cumplimiento de la legalidad vigente. Y la legalidad, es ideológica. Cuando una
ley te obliga a colgar un símbolo ideológico en la fachada de un edificio
público, te está imponiendo una carga ideológica, no está garantizando ninguna
neutralidad, porque las leyes, las leyes las hacemos los y las políticas, y
como todo el mundo, estamos ideologizados. Cuando un ayuntamiento permite unos
determinados símbolos, y no otros, no está respetando ningún tipo de
neutralidad ideológica.
Pero, esto que digo, que nadie se lo tome como algo malo.
Precisamente, lo público es ideología pura. Lo público representa un concepto
ideológico, que tiene un color muy diferente en función de quien lo gestione. En
este caso, lo que se describe como neutralidad ideológica en el acuerdo de
gobierno, tiene un color muy marcado: el naranja. Y ese color representa la
lealtad a las instituciones del estado, y eso, no es neutral, es una ideología
pura.
No voy a juzgar esa línea ideológica, a mí no me gusta, pero
entiendo y respeto a quien sí que le guste. Al fin y al cabo, se presentaron con
ese programa electoral, obtuvieron su representación, y están representando a
un conjunto de la ciudadanía que pide esa lealtad, bien por ellas. Pero lo que
no está bien, lo que hay que señalar, es que si hablan de neutralidad no están
siendo sinceros. Por favor, llamemos a las cosas por su nombre.