Llevamos desde las pasadas elecciones europeas escuchando
este objetivo político: “asaltar los cielos”. Define muy bien un deseo, una
ilusión: canalizar la indignación de nuestra sociedad y convertirla en una
fuerza electoral con la que construir un proyecto político. El 15M nos demostró que, por primera vez desde la transición, la sociedad tenía la voluntad de movilizarse para romper con el régimen establecido. La idea parece
buena, tanto que en las pasadas elecciones municipales fuerzas políticas con un
mismo objetivo abrazamos esta idea, y construimos junto con otras fuerzas
políticas, no necesariamente partidos,
candidaturas de unidad popular, que en algunos casos llegaron a “asaltar el
cielo”.
Sin embargo, en muchos municipios en los que fraguó la idea,
esta complicidad, y la creación de estos espacios compartidos, no fue posible.
Luego llegaron las elecciones autonómicas, y las diferencias entre los
diferentes actores se acentuaron, creando tensiones internas e incluso división
dentro de las mismas fuerzas. Ahora afrontamos las elecciones generales con el
mismo método, y con la misma problemática. Unidad popular sin unidad popular.
La panacea de la izquierda siempre ha sido la unidad
popular. Siempre hablamos de unir fuerzas, de trabajar juntos, de apartar
nuestras diferencias, y de luchar por arrebatar la hegemonía política a las
fuerzas políticas que sirven a los poderes fácticos y no a los ciudadanos.
Durante muchos años la izquierda ha hablado de unir al proletariado para
quitarle el poder a la burguesía y repartir la riqueza. Ahora, nuevas fuerzas
hablan de eliminar los privilegios del 1% para crear una sociedad más justa. El
lenguaje cambia, pero no el concepto. En esencia, todas las fuerzas de
izquierdas luchamos por alcanzar de una forma u otra una forma de estado
socialista.
En mi humilde opinión, el problema es más que evidente. Las
fuerzas de izquierdas de este país, aunque en esencia compartamos ideas y
objetivos, tenemos marcadas diferencias. A simple vista pueden parecer
triviales, pero, cuando empezamos a trabajar juntos, afloran, y hacen que,
finalmente, el encaje no sea posible. El grave problema que hemos tenido, ha
sido que, para arrebatar la hegemonía política al bipartidismo, hemos sacado la
calculadora electoral, nos hemos puesto las gafas de protección, y hemos
procedido a limar nuestras diferencias con una radial, con la consecuente
erupción de chispas. Esta situación ha provocado reticencias, desconfianzas, e
incluso en algunos casos enfrentamientos abiertos.
¿Qué conclusión podemos sacar de esta situación? Hace no
mucho tiempo, alguien me dijo que nuestra organización no había comprendido que
las confluencias se construían en la calle, y no en un despacho calculadora en
mano. La experiencia vivida le da la razón.
No podemos limar a toda prisa nuestras diferencias, tenemos
que limarlas en la calle, trabajando juntos y juntas, generando una confianza
entre la izquierda que a día de hoy no existe, tejiendo sinergias, y sobretodo,
aprendiendo que nuestras diferencias nos enriquecen, y que podemos aprender de
nuestros aliados. También tenemos que aprender que las fuerzas de izquierda
podemos ser rivales, pero nunca enemigos. Debemos aceptar una sana rivalidad al
defender aquello que nos hace diferentes, pero a la vez defender con ferocidad
aquello que nos une, sin que eso cause tensión entre las izquierdas.No es una tarea fácil.
Pongo como ejemplo a Syriza, un proyecto que tardó más de 10 años en asaltar el cielo. Haciendo analogía con el tema de los asaltos, no se puede asaltar una plaza a pecho descubierto. Hay que planificar y construir las trincheras, y hay que pelear en ellas, por cada palmo de tierra, codo con codo. Sólo así tejeremos la confianza y las complicidades necesarias para asaltar los cielos. ¿Empezamos?
Pongo como ejemplo a Syriza, un proyecto que tardó más de 10 años en asaltar el cielo. Haciendo analogía con el tema de los asaltos, no se puede asaltar una plaza a pecho descubierto. Hay que planificar y construir las trincheras, y hay que pelear en ellas, por cada palmo de tierra, codo con codo. Sólo así tejeremos la confianza y las complicidades necesarias para asaltar los cielos. ¿Empezamos?