La semana pasada, José Manuel Tejedor, concejal de
Ciudadanos de Calafell, dio una rueda de prensa en la que instaba al equipo de
gobierno a respetar el acuerdo de gobernabilidad mediante el cual, el grupo
municipal de Ciudadanos, se comprometía a respaldar al equipo de gobierno, algo
bastante lógico, ya que cuando se firma un acuerdo, lo que una de las partes
siempre espera, es que la otra lo cumpla.
Al pobre concejal le ha caído un chaparrón de críticas, por
hacer lo que cualquier político debería hacer: defender aquello que prometió en
campaña. Ciudadanos se presentó en Calafell llevando en su programa el trabajar
para que el Ayuntamiento fuera leal al marco institucional español, y se
esfuerza por cumplirlo, bien por él. Aquí, estoy completamente seguro, me
faltará un montón de información para poder juzgar su actitud, así que, no lo
haré. Pero, hay algo que no me gusta, y que sí criticaré, que es la avalancha
de insultos que ha recibido: “a la merda”, “capullos”, i el largo repetido “que
se’n vagin”… en fin, al final habrá que darle la razón en lo de que la convivencia
está rota, porque entre los insultos de unos, y los insultos de otros, llega un
momento en que se hace imposible debatir el tema de “la convivencia” en un
plano político, que es lo que a muchos y muchas nos gustaría.
Bien, pues, en cuanto a lo que el plano político se refiere,
hay que darle la razón al concejal: la convivencia está rota. Son muchos los
factores, y son muchos los responsables, desde unos alternantes gobiernos de color
rojo y azul que han practicado un férreo inmovilismo en cuanto a lo que se
refiere a la adaptación del estado español a su realidad plurinacional, hasta
la más que cansina estrategia de culpar a Madrid de la gestión realizada por la
Generalitat. Y esta, aunque sea la escena que se repite una y otra vez, no es
la única, de hecho, sólo es la punta del iceberg.
La convivencia está rota, completamente, pero no la rompe el
independentismo: la rompe el marco institucional español. Por ejemplo, la
convivencia se rompe cuando te cortan la luz, y tus hijos tienen que estudiar a
la luz de las velas y bañarse con agua fría. La convivencia se rompe cuando te
desahucian, y te obligan a vivir en la calle u ocupar una vivienda. La convivencia
se rompe cuando la fiscalía te encausa por defender tus derechos laborales. Son
tantas y tantas las situaciones en las que es el propio marco institucional el
que rompe la convivencia, que podría redactar páginas y páginas.
Tenemos un marco institucional pésimo y lamentable, que lo
único que hace es garantizar que las oligarquías sigan manteniendo sus
privilegios, aunque sea a costa de la reiterada vulneración de los derechos de
las ciudadanas y los ciudadanos. ¿Cómo podemos respetarlo? ¿Cómo podemos serle
leales? Me siento incapaz de ser leal a un gobierno que pide la suspensión de
una ley que garantiza que las familias no pasen frio en invierno, y me siento
incapaz de respetar a un gobierno que no permite que los pueblos que conforman
el estado español elijan libremente su futuro, o que encarcela a alguien por
representar una obra de teatro.
Por contra, me parece muy sensato defender y apoyar a las
personas que están día a día en la trinchera, luchando por defender nuestros
derechos, desde las compañeras sindicalistas que luchan en las empresas, hasta
las funcionarias y concejalas que participaron en la consulta del 9N. Me parece
mucho más sensato y más lógico defender a las encausadas por el 9N, que ser
leal a un estado que no respeta ni sus propias leyes. Así que, tal vez
deberíamos hacer una reflexión, seamos independentistas o no, y esta es que el
marco institucional español no da respuesta a las necesidades de los españoles
y las españolas. Por eso, lo que se espera de las fuerzas políticas que se presentan
para gobernar este estado, es que rompan con este marco institucional, e
inicien un nuevo proceso constituyente, no para romper España, sino para
reformarla, para adaptarla a su realidad.
Es este inmovilismo de las fuerzas que hegemonizan la política
española lo que rompe la convivencia. Es por eso, que cada vez se hace más
sensato el trabajar por disputarle la hegemonía política a estas fuerzas, y es
esto es lo que se espera de las fuerzas del cambio, pero parece ser que el
cambio sensato consiste en otra cosa, que yo no acabo de entender.
Ah, una última reflexión, no tiene mucha lógica rebatir a
alguien que acusa a otros de “romper la convivencia” con argumentos como “doncs
que marxin” o “que se’n vagin a la merda”, porque lo único que se consigue es
darle la razón.